El rio pasa
El río pasa, es cierto, pasa y nunca es el mismo. Se lleva las penas, las esperanzas, la rica miseria de aquél que lo ha perdido todo en la crecida: el rancho, la canoíta, las redes pescadoras. De aquél que lo ha perdido todo, una, otra y otra vez y, sin embargo, vuelve a armarse porque es hombre de río y de ahí, de ahí, no hay dios que lo saque.
¡Con las patas pa adelante han de llevarme de acá!, dicen los isleños. Dejará sus huesos en las barrosas orillas del Paraná, del Paraguay o del Uruguay, quién sabe, pero en la ciudad, en el cemento, eso sí que no.
Hay tiempo y de sobra para rearmar el rancho. No hay nadie que lo apure si el sol, el sol siempre sale, y seca los trapos que el agua ha empapado. Hay tiempo, hay hombre y qué importa si con un jarrito de loza tiene que ir sacando el agua que se mete entre la madera ya podrida de la canoa. El perro, claro, adelante y seguro, señalando el rumbo, porque él también ha nacido y se ha criado escuchando el oleaje.
La pava, negra entre la leña, no se ha de cansar nunca de regalar unos mates, pa entretener el buche, para hacer de cuenta que el hambre es cosa de otros. Hay que esperar, las redes ya fueron echadas, también la suerte y con ellas alguna boga, algún sábalo vendrá. El río no está picado, no hay luna: perfecto para que un dorado pegue el coletazo allá a lo lejos, entrado el río...
¡Ni los carpinchos se ven ya!, se queja el hombre de río. Antes, en las trampas detrás del rancho, siempre se cazaban algunas presas pero ahora, ahora, los ha espantado el hombre. El hombre, la modernidad.
Hombre de río, isleño del charigué. Huraño, dicen. Huraño y de pocas palabras…. ¡para qué tantas si unas pocas alcanzan y sobran!: medio mundo, torta frita, espinel, camalote, yarará.
Hombre litoraleño, pescador, aparcero, simple como la llanura, hondo como el remanso. Los cantos te traen, te dibuja un sapukay. Hombre de río, isleño huraño y de pocas palabras, para qué más.
¡Con las patas pa adelante han de llevarme de acá!, dicen los isleños. Dejará sus huesos en las barrosas orillas del Paraná, del Paraguay o del Uruguay, quién sabe, pero en la ciudad, en el cemento, eso sí que no.
Hay tiempo y de sobra para rearmar el rancho. No hay nadie que lo apure si el sol, el sol siempre sale, y seca los trapos que el agua ha empapado. Hay tiempo, hay hombre y qué importa si con un jarrito de loza tiene que ir sacando el agua que se mete entre la madera ya podrida de la canoa. El perro, claro, adelante y seguro, señalando el rumbo, porque él también ha nacido y se ha criado escuchando el oleaje.
La pava, negra entre la leña, no se ha de cansar nunca de regalar unos mates, pa entretener el buche, para hacer de cuenta que el hambre es cosa de otros. Hay que esperar, las redes ya fueron echadas, también la suerte y con ellas alguna boga, algún sábalo vendrá. El río no está picado, no hay luna: perfecto para que un dorado pegue el coletazo allá a lo lejos, entrado el río...
¡Ni los carpinchos se ven ya!, se queja el hombre de río. Antes, en las trampas detrás del rancho, siempre se cazaban algunas presas pero ahora, ahora, los ha espantado el hombre. El hombre, la modernidad.
Hombre de río, isleño del charigué. Huraño, dicen. Huraño y de pocas palabras…. ¡para qué tantas si unas pocas alcanzan y sobran!: medio mundo, torta frita, espinel, camalote, yarará.
Hombre litoraleño, pescador, aparcero, simple como la llanura, hondo como el remanso. Los cantos te traen, te dibuja un sapukay. Hombre de río, isleño huraño y de pocas palabras, para qué más.
...Misiones, Chaco, Formosa, Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe, verde litoral. Rico en su variedad: chamamé, chamarrita, rasguido doble, schotis, galopa.
Musiqueros de acordeona, decidores de la realidad: el mensú Ramón Ayala, Eustaquio Miño, Mario Bonfill, Orlando Vera Cruz, Teresa Parodi, Ramona Galarza, Tarragó Ros, el Chango Spasiuk. También Linares Cardoso, gran renovador del cancionero entrerriano, que supo rescatar la chamarrita y dotar de identidad propia a géneros como la chacarera estirada, la milonga en tono mayor, el tanguito montielero. Y aquél uruguayo, Aníbal Sampayo, que mucho le ha regalado al río Uruguay.
Tantos te han cantado, en guaraní y en español, acuoso litoral. Han contado sobre tus mujeres: Crecencia, la abuela Emilia, doña Froilana, y aquélla mítica mujer de ojos azules que en el monte chaqueño, lleno de árboles el patio y herramientas de trabajo, conversa con un lorito, que es con el único que habla. Mujeres sembradoras del trigo, del maíz, recolectoras del suave algodón, explotadas en los yerbales, amasadoras del reviro porque otra cosa no hay: reviro al mediodía, reviro a la noche y eso, si la temporada es buena porque si no hay que esperar al sueño pa que distraiga la panza. Mujeres que lavan la ropa a orillas del río traicionero, que crían a la gurisada a costa de esfuerzos, cansancios y de la eterna fe en el redentor.
Mujeres laboriosas. Por humildes y sencillas, más hermosas...
Musiqueros de acordeona, decidores de la realidad: el mensú Ramón Ayala, Eustaquio Miño, Mario Bonfill, Orlando Vera Cruz, Teresa Parodi, Ramona Galarza, Tarragó Ros, el Chango Spasiuk. También Linares Cardoso, gran renovador del cancionero entrerriano, que supo rescatar la chamarrita y dotar de identidad propia a géneros como la chacarera estirada, la milonga en tono mayor, el tanguito montielero. Y aquél uruguayo, Aníbal Sampayo, que mucho le ha regalado al río Uruguay.
Tantos te han cantado, en guaraní y en español, acuoso litoral. Han contado sobre tus mujeres: Crecencia, la abuela Emilia, doña Froilana, y aquélla mítica mujer de ojos azules que en el monte chaqueño, lleno de árboles el patio y herramientas de trabajo, conversa con un lorito, que es con el único que habla. Mujeres sembradoras del trigo, del maíz, recolectoras del suave algodón, explotadas en los yerbales, amasadoras del reviro porque otra cosa no hay: reviro al mediodía, reviro a la noche y eso, si la temporada es buena porque si no hay que esperar al sueño pa que distraiga la panza. Mujeres que lavan la ropa a orillas del río traicionero, que crían a la gurisada a costa de esfuerzos, cansancios y de la eterna fe en el redentor.
Mujeres laboriosas. Por humildes y sencillas, más hermosas...
...Tantos nombres y luchas heroicas encierra nuestro litoral. Historias bicentenarias de caudillos, pueblos originarios, pícaros gauchos que han levantado las banderas de la libertad, la soberanía y la independencia nacional.
Andrecito Guacurarí, que apadrinado por Artigas luchó contra la invasión de potencias extranjeras y por la causa federal. Bravo indio guaraní, músico también, gobernador de Misiones y de Corrientes, donde realizó el reparto de tierras para todo aquél que las trabajara.
Andrecito Guacurarí, que apadrinado por Artigas luchó contra la invasión de potencias extranjeras y por la causa federal. Bravo indio guaraní, músico también, gobernador de Misiones y de Corrientes, donde realizó el reparto de tierras para todo aquél que las trabajara.
Tierra de hombres valientes, donde muchas veces el río fue testigo y cómplice de heroicas batallas como la de Punta Quebracho, en Puerto Gral. San Martín donde cada 20 de noviembre conmemoramos el día de la soberanía nacional. Soberanía que conmemoramos y exigimos: “ríos libres para pueblos libres”, dijo Artigas.
Que el canto y la poesía sean también una lanza, para que no sólo las penas sean nuestras, para que las vaquitas dejen de ser ajenas. Para que el río, las tierras fecundas y todas las riquezas de nuestro hermoso litoral sean nuestros.
Vienen por el agua, lo sabemos, por el oro azul, como le llaman: el estadounidense Douglas Tompkins tiene 200 mil hectáreas en Corrientes, en los esteros del Iberá. Vienen por el acuífero guaraní, en Misiones.
Vienen a saquear, a contaminar a “ese cielo azul que viaja” como le canta Sampayo al río Uruguay donde aún hoy el pueblo de Gualeguaychú pelea para que Botnia se vaya a su país.
Vienen por el agua, lo sabemos, por el oro azul, como le llaman: el estadounidense Douglas Tompkins tiene 200 mil hectáreas en Corrientes, en los esteros del Iberá. Vienen por el acuífero guaraní, en Misiones.
Vienen a saquear, a contaminar a “ese cielo azul que viaja” como le canta Sampayo al río Uruguay donde aún hoy el pueblo de Gualeguaychú pelea para que Botnia se vaya a su país.
Que el canto y la poesía sean también una lanza, que la belleza no tape el pobrerío del tarefero, del que con sus manos recoge el algodón, de las mujeres víctimas de la trata de blanca (cientas en Entre Ríos y Misiones), del isleño, de los pueblos mocovíes y qom, de los peones rurales, de los maestros en las islas, de la gente sencilla y humilde de nuestro litoral.
Vaya esta peña litoraleña como un sentido homenaje a Roberto López, de la comunidad qom de Formosa, asesinado en diciembre pasado, luego de una brutal represión.